26 jun 2011

Capitulo XIV: El árbol

El niño estaba colgado del árbol con unos binoculares. Las piernas estiradas sobre una rama sosteniendo el peso de todo el cuerpo. Estaba camuflado entre las hojas, divertido en su entretenimiento detectivesco. Cada tanto se descolgaba los binoculares y escupía hacia abajo cuando alguien pasaba. Por lo general estos no se daban cuenta porque lo hacía de forma suave, para que la saliva cayera liviana en el peinado abultado de alguna señora que paseaba su perro miniatura. Ágata llego a la esquina de Soler, a unos metros de la antigua casa de Juan Esteban y buscó con la mirada al pequeño sabandija. Encontró su escondite cuando éste salivó a un pelado que pasaba. El pelado empezó a buscar la causa del escupitajo y al verlo montado sobre una rama tan alta se arrepintió de sus deseos de venganza y volvió a su camino blasfemando en voz baja. Ágata le chisto y el niño se dio cuenta de su presencia, ella le hizo una seña de que lo esperaba a la vuelta.
Se sentaron en el mismo bar de siempre, el niño estaba ansioso por contarle las novedades y casi no la dejaba hablar. Pero ella no podía evitar regañarle por lo del escupitajo, aunque en verdad le había parecido muy divertido.
Niño: Eso le pasa por andar sin sombrero! Los pelados tienen que andar con sombrero, sino es una provocación. Viste el que me mostraste de la foto, hoy vino a la casa y le dio un beso en la boca a la señora esa que esta con el viejo enfermo y después vino un chico, así como vos, de tu edad, y se fue con el señor de la foto a una habitación. Se quedaron como una hora y el chico salió.
Ágata: Un beso…? Estás seguro que es el de la foto que te di?
Niño: Si si, hasta tenía el mismo traje!
Ágata: Cómo el mismo traje?
Niño: Así! Todo negro con una camisa blanca abajo, como el de la foto!
Ágata: Pero que sea negro no quiere decir que sea el mismo! Y el chico ese, cómo era?
Niño: Ese no llevaba traje, era más así nomás y era de pelo castaño.  
Ágata: Y qué más? Cuánto medía? Era gordo flaco? Qué más?
Niño: ahhh te gustó!
Ágata: Cómo me va a gustar si no me dijiste nada! Lo único que me decís es que no tenía traje!
Niño: Tenía ojos verdes, era facherito, así, canchero como yo, ni gordo ni flaco… no sé qué más… un poquito más alto que vos.
Ágata: Ojos verdes…
Niño: Viste que te gustó!
Ágata: Y llevaba un pilón de hojas bajo el brazo?
Niño: Si! Cómo sabés? Ya sabés quien es?     
Ágata: Si… No… No sabemos todavía, pero quizás…
Niño: Tenes novio?
Ágata: No, porque?
Niño: No querés ser mi novia?
Ágata: Callate! Sos muy chiquito vos para ser mi novio, cuando seas más grande.
Niño: Bueno, pero mirá que te voy a ir a buscar eh!
Ágata: Trato hecho. 


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20 jun 2011

Capitulo XIII: Las cosas por su nombre

De pronto, como si el mundo hubiera recordado que sigue girando, la gente salió de su casa a hacer todos los trámites posibles al banco. Quizás porque era fecha de cobro, o por el retorno tras un fin de semana largo. El salón estaba colmado de clientes que esperaban ansiosos, los teléfonos sonaban sin cesar, las cajas tenían interminables filas y Ágata no encontraba un segundo de silencio para sus pensamientos. Vio pasar a lo lejos a Ernesto que se dirigía al subsuelo. Él no se detuvo a saludarla. Pensó que tal vez no quiso molestarla porque estaba atendiendo, o tal vez porque quiso evitarla. Siguió hablando con su cliente sin interrumpir su relato: “Nuestros prestamos son fiables porque tienen tasa fija y es la más baja del mercado…” Lo vio pasar otra vez. Caminaba apurado hacia la puerta de salida y ella le grita: Ernesto! Ernesto sigue su paso, apenas se da vuelta para levantarle una mano.
Ágata: Ernesto! Vení, que te quiero hablar. Ernesto sigue hacia la puerta y le contesta a lo lejos: Estoy apurado, después hablamos. Ágata se levanta de golpe dejando su protocolo de venta a la mitad y corre hacia la puerta, Ernesto ya está afuera.
Ágata: Ernesto para! No te escapes.
Ernesto: No me escapo, estoy apurado.
Ágata: Vos que sabes del padre de Juan Esteban?
Ernesto: Lo que te dije el otro día, por qué?
Ágata: Porque no está muerto. Vos lo sabías?
Ernesto queda mudo por unos segundos, buscando en su mente una respuesta.
Ernesto: De donde sacaste eso? Ágata, te dije que te dejaras de joder con ese tipo, no me das bola! Te vas a meter en un quilombo!
Ágata: Lo sabias o no lo sabías?
Ernesto: Cómo lo voy a saber! De donde lo sacaste? No puede ser si yo me acuerdo cuando le hicieron el velorio, el viejo estaba enfermo y un día la palmó, Ágata deja de inventarte historias! Esto no es una novela, esto es la vida real, no es un juego de detectives. De donde sacaste esa historia? Estás mal informada.
Ágata: Lo vi con mis propios ojos. Me vas a ayudar o no? Dejemos claro de que vereda está cada uno.
Ernesto: Ágata estás loca, volvé que te está esperando tu cliente.
Ágata: Perfecto, entonces para mí ya están claras las cosas. Hasta luego Ernesto.
Clavó su mirada en los papeles que Ernesto apretaba sobre el pecho, lo miro a los ojos y volvió a su escritorio, donde el cliente esperaba observando la escena.
El gerente estaba parado al lado del cliente y la miraba enfurecido, cuando la tuvo en frente le dijo que cuando termine la esperaba en su oficina.
Una vez allí el gerente soltó un sermón en el cual hacía un repaso de todas las consideraciones que había tenido con ella, pero que si seguía trabajando de esa manera iba a tener que pedir que la cambien de sucursal, que no podía tener una empleada que esté papando moscas en vez de vendiendo. Que estaba podrido del asunto ese de la cuenta en dólares, que se dejara de hinchar, que no era un tema suyo, que si las autoridades del propio banco no se interesaba en resolver aquel tema, no era ella alguien especial parta tener que interesarse. Que uno al banco iba a cumplir una función administrativa, era un “funcionario”, no un militante de Greenpeace, por lo tanto, los asuntos se resolvían con ese temple, lo que se puede se puede, y lo que no, se deja en suspensión hasta que alguna orden suprema de la resolución. Le remarcó que lo más importante para la compañía era vender, no resolver casos de cuentas fantasmas. Que no le interesaban los fantasmas, los fantasmas son parte del pasado, y al pasado hay que dejarlo atrás. Lo único que vale es el futuro, y en el futuro están en las ventas. Y que le prohibía expresamente seguir con ese tema, porque desde que había surgido esa cuenta fantasma ella estaba en cualquier cosa menos trabajando.
Ella quiso interrumpir el monologo variadas veces, pero él siempre tenía una frase potente para tapar su intención.
Gerente: Y ahora vaya a trabajar, espero que esto que hablamos le sirva, y recuerde que cuanto más venda más cerca está del acenso.
Ágata asintió con la cabeza y salió cabizbaja. Fue a su escritorio donde la esperaba un mundo de gente ansiosa por ser atendida.