23 may 2011

Capitulo XII: El Mago

Las mujeres siempre fueron importantes en su vida. Desde su tía Stella, que era una magnífica cocinera, a su abuela Rita, confidente de sus secretos más íntimos. Cuando no estaban ellas, eran las amigas de su madre quienes la llenaban de golosinas, cuando Ágata todavía era una niña y apenas descubría que un caramelo media hora puede durar cinco segundos de acuerdo a como se  lo saboree. La cuestión era que la mirada femenina la había marcado desde la infancia. Su casa siempre estuvo rodeada de mujeres, que se reunían a charlar de hombres, de chimentos, de nuevas recetas o de la última novela. Hacían reuniones para jugar a la canasta, tocar el piano, tirarse el tarot o emprender nuevos proyectos. Siempre había un clima festivo en su hogar, aunque las cosas no fueran del todo bien. Lo mismo no le pasaba con los hombres, cuya primera impresión era propósito para la más cruel desconfianza. Luego de un análisis exhaustivo, éstos lograban su ficha en el catálogo mental que ella llevaba internalizado. Quizás esto era provocado por la relación suspendida que tuvo con su padre. Cuando cumplió los cinco años, su madre renunció  a los preparativos de la fiesta de cumpleaños a medio armar y sin que su padre se diera cuenta, debido a la borrachera que tenía esa tarde, se escaparon por la puerta trasera del patio. Y de allí a la estación de autobús de Salta en un micro rumbo a Buenos Aires. El hombre estaba en la quiebra cuando se fueron, era jugador y estaba a punto de hipotecar la casa, se emborrachaba todas las tardes y Ágata recordaba de aquella época algunas peleas violentas. Ya en Buenos Aires la esperaba la familia de su madre, y con el tiempo se fue generando ese ambiente femenino que la acompañó durante todo su crecimiento. Luego de ese cumpleaños siniestro nunca más volvió a ver a su padre.

Era la tarde del sábado y decidió visitar a su madre que hacia algunas semanas que no veía. Al entrar al departamento su madre está compenetrada frente a la notebook.  La madre le grita con una sonrisa medio agitada por una emoción que Ágata todavía no comprende: ¡Ágata! Vení a saludar a Marcelo! ¿Te acordás de Marcelo no? Luego sigue en vos baja y saliendo de la computadora – Mi novio el de Costa Rica nena, el que te conté que es empresario, vení a saludarlo.
Ágata se sonríe incrédula, la madre la agarra de la mano y la lleva hasta la computadora. Ella habla haciendo el personaje hacia la computadora: Hola Marcelo, un gusto, espero no interrumpirlos, pero tengo que hablar cosas importantes con mi madre, si no es problema… La madre interrumpe poniéndose enfrente de la computadora: Disculpala Marcelo, ya van a tener oportunidad de conocerse cuando vengas a Buenos Aires, ella está muy cansada por el trabajo, después la seguimos, mañana te llamo tempranito. Besitos. La madre cierra la el msn y la mira furiosa: ¡Ágata! No te das cuenta que me estas espantando mi mejor candidato. Yo ya no soy una pendeja como vos, que puedo conseguir un novio con plata a la vuelta de la esquina, mirá todo el trabajo que me lleva levantarme uno y vos me lo espantas así! Pero bueno nena, contame, que te trae por acá, que hace tanto tiempo que no venís.
Ágata se sienta a la mesa, la mira serio: El Tarot mama, necesito que me tires el Tarot.   
Madre: Mal de amores?
Ágata: Un engaño.
Madre: Laboral?
Ágata: Mas o menos.
Madre: Ernesto?
Ágata: No mamá, cortala con Ernesto querés!
Madre: Mejor…
La madre agarra las cartas que ya estaban preparadas en la mesa, porque últimamente se gana la vida tirando el tarot. Baraja las cartas mientras ambas sostienen una mirada fija clavada en los ojos de la otra. La madre apoya el mazo en la mesa
Madre: Cortá.
Ágata: Tirame solo las tres cartas, haceme la tirada de “por si o por no”
La madre acomoda 3 cartas dadas vueltas armando una pirámide. Da vuelta la primera y la mira fijo. Ágata cierra los ojos al verla. Da vuelta las otras dos de abajo.
Madre: “El mago” nena, vos sabes lo que eso significa ¿no? Hay un hombre… Un hombre que esta transformándolo todo, alguien que te va a cambiar la vida. Abajo, del lado derecho “Las Espadas”, símbolo de protección, estás cuidada, no te preocupes, además vos sabes que la abuelita Rita esta siempre cuidándote, vos tenes un ángel nena! Lo que daría yo para eso! Y del otro lado…¡”Los oros”! Nos hacemos ricas! Nena que buena tirada, por dios! Que estás tramando? Contame todo ya!
Ágata le sonríe y se muerde los labios. Luego suspira aliviada como sacándose un peso de encima. 

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14 may 2011

Capitulo XI: El niño

Todo iba tomando un color más gris y confuso. Pensó que las casualidades ya no eran tales y que debía de alguna forma disimulada, investigar un poco más sobre aquella familia.
El niño seguía ahí, apoyado en un árbol, como esperando que ella resolviera salir del asombro. Entonces fue cuando ella lo vio. Una vez que se había terminado el espectáculo de la ventana, una vez que el telón se había cerrado. Recién ahí ella puedo darse cuenta que había alguien más, el niño. Se acercó a él, que jugaba con un fajo de estampitas como si fuera un mazo de cartas.
- Comiste?
- No.
- Yo tampoco. Vamos a comer algo.
Caminaron unas cuadras por Soler hasta llegar a un bar en una esquina. Ella sentía que su alma estaba vagabunda, sin certezas, sin saber en quien confiar. Y en ese punto se identificaba con el niño, que según le contó en el camino, había abandonado su casa hacía un mes para vivir con su tío en retiro. Se sentaron afuera y Ágata pidió dos sándwiches y dos coca colas. Él le contó que el marido de su madre le pegaba si no llevaba plata cuando volvía a la casa, por eso se vino a vivir a la villa 31, lejos de él. Además era más fácil para laburar estar en la capital y acá en Palermo se laburaba bien. A veces extrañaba Temperley, ahí estaban sus amigos de verdad, con los que había armado un equipo de futbol. Le contó que escondía la plata antes de llegar a la casa, tenía un escondite secreto, donde guardaban la garrafa. Dijo que la escondía porque estaba juntando plata para comprarse unos botines, pero unos buenos, como los del Messi. Pero cuando el marido de su madre encontró el escondite, le robó la plata y se enfureció de tal modo que lo persiguió alrededor de la casa con la garrafa  en la mano para golpearlo. Ahí decidió irse y empezar de nuevo con los ahorros. Pero ahora era más difícil, porque en lo de su tío eran un montón y no tenía un escondite. Además, él le había dado un lugar en su casa y algo tenía que llevar.
A Ágata se le ocurrió que el niño podría trabajar con ella en el caso y se lo propuso. De paso juntaría plata para los botines. Se estrecharon las manos para cerrar el negocio. El niño era muy formal en este tipo de acuerdos, decía que si no se daban la mano, cualquiera de los dos estaba libre para traicionar al otro. Que los buenos acuerdos se cierran estrechándose las manos, eso lo había visto en una película y confiaba ciegamente en ello.
Quedaron en que cada día él vigilaría la casa, quienes entran, quienes salen, si puede ver algo a través de la ventana mejor. Se encontrarían por la tarde a merendar, para que le pasara el reporte diario. Elle le iba a pagar un poco más de lo que ganaba habitualmente con las estampitas. 



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