Ernesto toma cerveza en la mesa del fondo, despide con un abrazo a una chica. Ágata lo observa desde la entrada y espera a que ella se aleje para dar un paso hacia adelante. Se da cuenta que la diferencia de altura entre un pie y el otro es considerable y se saca la otra sandalia. Ernesto la ve acercarse y se levanta para recibirla. La saluda con un beso en la mejilla sin notar el detalle de la altura, pero percibe algo raro en ella. Ágata se sienta y apoya la sandalia arriba de la mesa, luego sus codos. Sostiene su cabeza con las manos y lo observa en silencio. Ernesto mira la sandalia confundido. Ágata sostiene la mirada. Un nudo en la garganta le parte la respiración. Por dignidad intenta contenerse pero le brotaran las primeras lágrimas de un llanto sostenido e incontrolable.
Ernesto: ¡¿Ágata que pasa?!
Ágata: ¡No puedo más! ¡No entiendo que pasa!
Se desarma en el llanto. Ernesto se sienta al lado de ella y le acaricia la cabeza intentando contenerla.
Ágata: ¡Hay un negro que me viene corriendo hace cinco cuadras! Se me rompió la sandalia y casi me rompo la cabeza tres veces, ayer me quedé encerrada en el sótano del banco y hoy llego a la mañana a trabajar y me encuentro una amenaza en el taco del escritorio.
Ernesto la observa distante, sorprendido. La toma de la mano. Incrédulo le pregunta
Ernesto: ¿Una amenaza Ágata, de qué tipo?
Ágata: Si, una amenaza. Un papel que dice que deje de investigar. Que me olvide de todo. Y un tipo que me sigue a la salida del banco.
En eso entra el de remera roja al bar, que desentona claramente con el glamor del boliche. Se para frente a la barra y comienza a buscarla a Ágata con la mirada. Distingue su pelo rubio fosforescente. Ella está de espaldas a la puerta. Se acerca a la mesa en un paso liviano. Ágata percibe la presencia de alguien y se da vuelta de pronto. Al verle la cara se paraliza. Pálida y muda. Temblando ruega piedad con su mirada.
Hombre: ¡Flaca te vengo siguiendo hace cinco cuadras!
Ernesto lo mira interrogado. El tipo saca del bolsillo una billetera fucsia y sonríe. La tira arriba de la mesa. Ernesto sonríe también. Ágata la mira horrorizada como si hubiese tirado una bomba que está a punto de estallar sobre la mesa. Ernesto saca del bolsillo cincuenta pesos y se los extiende.
Ernesto: Gracias capo.
Hombre: No, de nada, pero decile que no me la voy a comer, que ya almorcé hoy.
Se ríe sarcástico tocándose el pedazo de panza que queda al descubierto entre la corta remera roja y el jean. Saluda con una mano en un gesto descreído y se va. Ernesto acaricia la mano de Ágata y levanta una ceja como diciendo “viste que no pasa nada”. Ágata lo mira furiosa.
Ágata: ¡No te das cuenta! ¿No te das cuenta que me la robó él para seguirme? ¡Y vos! ¡Encima le das plata!
Ernesto: ¿Ágata que te pasa? ¿Me estás hablando en serio? No pasa nada. Te estás haciendo la cabeza. Contame ¿Qué es eso de la amenaza? ¿Qué estás investigando?
Ágata: Nada Ernesto, no se para que vine.
Ernesto le acaricia la mano intentando recomponer.
Ernesto: No te pongas así... ¿No confiás en mí?
Ágata que observaba la billetera levanta la mirada hacia los ojos de Ernesto.
Ágata: A veces… Pero hoy no es el caso. Hoy prefiero malo por conocer que malo conocido.
Ágata agarra la billetera y la sandalia y se levanta bruscamente de la mesa.
Al cruzar la puerta de salida recuerda que es jueves y que tiene una cita.
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